vislumbré un camino
muy parecido a la vida...
Con idas y vueltas,
con valles fértiles
y montañas encumbradas,
con rios revueltos
y hermosos lagos espejados...
Al costado del mismo
podía ver frondosos árboles
buscando alcanzar el techo del cielo,
y a la vez
pequeñas hojas de verdes enredaderas
se trepaban sospechosamente de sus ramas...
Retoños de toda clase de
plantas y flores
asomaban detrás
de tiernos pastizales.
Algunos tramos se dejaban pisar
sin ningún esfuerzo,
pero en otros,
el barro dejaba sus huellas...
Entonces entendí...
Las idas y vueltas
son las diferentes sensaciones
de comenzar o retroceder
en las desiciones.
Los valles fértiles
corresponden a los tiempos
de bonanza.
La montañas encumbradas
son los problemas a resolver.
Los rios revueltos
son las vicisitudes a sortear,
mientras que los
momentos de sosiego
se reflejan en los lagos espejados...
Los frondosos árboles
en ocasiones,
son los propios miedos
que no nos dejan observar el porvenir,
y los pequeños retoños,
(nuestros hijos),
crecen bajo nuestra tutela
perpetuando la especie
y la propia idiosincracia.
El barro,
(las injurias),
a veces con razón y otras no,
nos salpican el buen nombre.
A todos nos toca,
irremediablemente,
recorrer el camino.
Imposible evitarlo,
imposible eludirlo.
Independientemente de la etapa
y la estación en la que nos
encontremos cada uno,
ya sea primavera u otoño,
verano o invierno,
el camino está ahí...
y vale la pena transitarlo...